miércoles, 9 de marzo de 2011

PSEUDOPOEMA I: Pánico por amarte.

Cuando respirar sea lo único que te atrevas a hacer,
y el sonido de tus palabras ya no pueda ayudarte,
mírame con vergüenza a descubrirte,
estaré pendiente de adivinarte.

Cuando el aire se tense tanto que no puedas moverte,
y tus pies no se atrevan a tener esperanza,
mírame como queriendo alcanzarme,
estaré avanzando para poder rozarte.

Cuando el tenerme enfrente te ahogue hasta dolerte,
y nada de lo que eres te sirva para aliviarte,
mírame como queriendo vida,
estaré esperando para besarte.





sábado, 5 de marzo de 2011

La roca y el viento

Andrómeda encadenada a una roca de Gustave Doré
    La roca también nota el viento que pasa arañándola, llevándose consigo parte de ella de un modo tan sutil que es difícil creer. Él la desgasta, la deforma suavemente, la lleva a donde quiere porque ahora es suya, es parte de él, y hará con ella lo que quiera. La admira, por eso necesita poseerla, le pide que confíe para poder arrastrarla y luego la deja caer. La roca aguanta lo que sea por mezclarse con el viento. Terminará en la playa convertida en arena como otras muchas rocas. Pero a ella no le importa porque todo pasa como si fuera una caricia.

El día en que las rocas se muevan, el viento será aire y temblará la tierra.

martes, 1 de marzo de 2011

Relatillo -II: Red de perdidos

Wifredo Lam, "La jungla", 1942


      Por la senda de follaje espeso se posaba una gruesa niebla húmeda que se podía coger a puñados para respirarla casi en forma de agua. Hacía del caminar un acto temerario y medido a cada paso que se daba pues el frío del aire se mezclaba con el del miedo que salía de las entrañas al tener que avanzar a ciegas apartando la gruesa maleza que le rodeaba con hambre intentando filtrarse desesperadamente por todos los huecos que su figura permitía. 

      Cada vez el caminar y respirar a la vez iba siendo más difícil, ya no diferenciaba sus brazos, débiles de tanto esfuerzo por seguir adelante, de las ramas fuertes opuestas a cederle un espacio, que lo encerraban en un nido sin salida. Todas las extremidades de las plantas crecían a un tiempo más avanzado de lo normal como si una magia negra los hubiera conjurado con maldad.

      Cada vez era más parte del nudo de fuerzas salvajes imposible de desenredar en el que se había metido. La lucha a muerte contra la naturaleza ya estaba perdida, y el único espacio que le quedaba eran los encharcados pulmones dentro de sí, que terminaron por sucumbir en el agobiante abrazo falso. Con la postura en la que el final lo pilló rezando, como tratando de abrirse paso con las manos en alto se quedó enganchado para siempre entre la maleza, camuflado por completo, como si fuera otra mala hierba más.

      Por la jungla de guerra terminó siendo parte de ella el que quiso abrirse camino entre lo maligno, entre lo irrespirable que puede volverse un pasaje lleno de árboles convencidos de que su derecho y deber es  invadir lo que sea a toda costa y que exhalan veneno sin antídoto.




      Como él se convirtió en un grano de arena más en aquella red de gente atrapada, él también fue atrapando cada persona que entraba en el sistema de no retorno, porque el momento del día en que él entraba no había dejado ningún recuerdo.

viernes, 25 de febrero de 2011

La puerta plateada

Leonora Carrington, "Laberinto"



Dorando la plata, recibirás el desconsuelo de descubrir cómo lo disfrazado vale más que el disfraz, que será una fina mentira comparada con lo oculto que es el laberinto secreto donde perderse sirve para encontrarse la puerta que se abre si te quitas el antifaz para dejarte el paso abierto a lo verdadero.

¿Cuánto vale lo verdadero? No hace falta tener oro.







viernes, 18 de febrero de 2011

Relatillo -III: Cáncer de mazo

 No pensaba en nada hasta que nació, con una boca bajo el brazo y una lima en su lugar, preguntando por qué, con ganas de comerse el mundo y un buen tazón de leche con galletas de cualquier tipo. 

Fue creciendo, aprendiendo de los demás, de ella misma, de la realidad y de la ficción, de la mentira y de lo cierto, pero todavía se cree cualquier cuento bien contado. Tanto de lo puro como del sesgo se le fueron ordenando las ideas por colores, por columnas, por buenos, feos y malos, por filas, tallas y tamaños, por formas, por naciones, países y continentes, por razas, sexos y edades, se hizo una escala de simpatía, inteligencia e imagen,  y su cabeza se transformó en un archivo gigante erigido sobre mil murallas chinas.

A la vez que clasificaba ideas, sin que ella se diese apenas cuenta, con el mismo sigilo con el que el lobo se acerca a su presa, poniendo la máxima cautela para que no se le note, se le iba depositando sobre su mano predominante un sedimento que con los años tomó forma de mazo. Un mazo de esos que sirven para poner orden en la sala. 

Un día el mazo adoptó unas dimensiones tan inmensas que le aplastaron los ojos… ¡chofff! sonó, pero esto hizo que los demás sentidos se le aguzaran y al desarrollar un tacto tan fino, el gran mazo le comenzó a molestar. Así que rascó y rascó, y a la par que el mazo iba desapareciendo, su vista se recuperaba para vislumbrar cosas totalmente nuevas, diferentes a las del principio, que dieron pie a nuevas clasificaciones, nuevos muros y nuevos sedimentos.

Por allí la ves caminando todavía, luchando contra sí misma y contra las clasificaciones de ideas que hacen que llenen su mano de mierda. ¿O crees que ella no lo nota? Lucha a su manera, como puede, cayéndose y reinventándose.

Sebastian Guido Bianchi, "El juez"

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