lunes, 31 de enero de 2011

Dentro hay diamantes

Amaia Kam Cambra, buena amiga, mejores ojos.
Cada uno de nosotros tenemos un diamante dentro del pecho, que con recelo guardamos y no dejamos ver a nadie, para ser sólo nosotros quienes notemos el placer de sentirlo resplandecer dándonos sentido desde dentro.

Pero, a veces, sin quererlo y sin impedirlo, se nos desliza hasta el exterior un brillo especialmente diferente que sube por la garganta y se refleja en la mirada. De vez en cuando, si te paras a mirar en las pupilas de la gente, depende de quien sea, cómo mires y en qué momento lo hagas, se logra ver un destello inconfundible… aunque no es fácil conseguirlo porque, a las personas no nos gusta mirar a los ojos, como los ladrones de guante blanco, creemos que nos podrían robar el diamante que llevamos escondido.

Cuando nacemos, esta piedra preciosa es tremendamente grande, espinada y deforme, y a medida que vamos creciendo, a base de pulirlo, se va adecuando a nuestras maneras y va adquiriendo forma. Yo, que me he ido fijando, he apreciado formas de todo tipo que además van cambiando con el tiempo. Hay diamantes en forma de redondo, de cuadrado; de cubo de Rubick, de peonza de cuerda; de ombligo, de ano; de mofletes, de nalgas; de jungla, de bosque; de caviar, de caldo de sobre;  de pies en la tierra, de cabeza en las nubes; de testigo, de culpable; de soledad, de fiesssssta; de pájaro en mano, de ciento volando; de té de mediodía, de whisky de madrugada; de tango, de blues; de viaje en globo, de travesía en góndola; de pastillas para dormir, de relojes para despertar; de lectura, de sexo; de frente, de espaldas; de ventrílocuos, de parlanchines; de chocolate espeso, de fresca sidra; de gaitas, de gallegas; de última copa, de primera tostada; de quejas, de soluciones; de buenas, de malas; de culpa, de vergüenza, de orgullo, de hubris; de matriculas de honor, de aprobados raspados, de suspensos; de todo en general y de nada en particular.

En fin, que cada uno pule su diamante conforme pasan las primaveras hasta que de tanto usarlo, cuando ya no es más que un grano de arena, adquiere la forma de la muerte y esta se ocupa de deshacerlo por completo.

viernes, 21 de enero de 2011

Ni me basto ni me sobro


Ni me basto ni me sobro.

Con sólo una palabra no me basta.
A quien le baste, no sabe qué es una mirada.
A quien le baste, no sabe qué es un beso.
A quien le baste, no sabe qué es un sentimiento.
A quien le baste, no sabe qué es una vida.
Y a quien le sobre, le daré la enhorabuena. Y a ver si reparte un poco...

miércoles, 12 de enero de 2011

Libreros


Los libros, las gentes, la gente que lee libros.

La memoria embotada de frases e ideas, de pronósticos que anuncian chubascos e ironías para respirar un poco y no mojarse.

Ambiente cargado de humanidad y tabaco, pero cada vez menos tabaco, miento, ya no queda ni rastro de tabaco, ha dado paso a la ansiedad.

Silencio cargado de calor y bebidas de semen de toro, roto por ruidos de bolis, susurros, cremalleras, ideas, tensión y sacapuntas.

Comidas de cabeza y de uñas con frustración empujada por un poquito de ánimo, que si no la cosa no avanza…

Aburrimiento, eso sí, mucho aburrimiento.

Hablo con los libros, leo a las gentes, ando rodeada de gente con cara de libro.

¡¡A empollar, a empollar, que el tiempo se va a acabar!!

sábado, 8 de enero de 2011

Me dueles



           Me dueles cuando vienes,

           Pones en mi garganta tantas emociones que me anclan al fondo del océano desierto, y allí me ahogan mientras las veo divertirse jugando entre las algas.
           Lanzas con tus manos cadenas de metal y deseos, atándome a las nubes cercanas al sol que abrasa mi piel y a mí entera cuanto más se acerca con intención de rescatarme.
           Construyes la barca para que viaje a tu primer invierno, donde me hiela cada palabra que resbala de tu boca en forma de copo perfecto.


            Pero lo peor... lo peor es cuando desapareces.
            ¡Ay, cómo me dueles!                 

martes, 4 de enero de 2011

Sociedad de muñecos




                El muñeco de plastilina tenía razón, “vivimos en un mundo cambiante y que se va desarrollando, donde nada es igual constantemente”, solía decir. Como el río aquel que miras dos veces y sigue siendo el mismo con distinto agua.  Qué pena que convirtieran en churro al muñeco de plastilina. Si no le hubieran moldeado la boca, podríamos haber aprendido más de él.
                El muñeco de corcho tenía razón, “cada día me encuentro con gente más superficial”, solía decir. No se daba cuenta de que si le pasaba eso era porque él también vivía en la superficie. Qué pena que se ahogara el muñeco de corcho. Si no se le hubiera llenado la boca de chorradas, podríamos haber aprendido más de él.
                El muñeco de papel tenía razón, “todo es efímero”, solía decir. Nunca tuvo planes a largo plazo y comenzó a consumir pegamento el día de los santos inocentes. Qué pena que las palabras que salían de su boca se las llevara el viento. Aunque su boca no se hubiera desdibujado, no hubiéramos podido aprender nada de él.
                 

                 Podrás ser del tipo de gente que quieras, progresista, conformista o autodestructivo, pero cada uno, con diferente finalidad, tendremos el mismo final. Es algo que en el fondo se sabe, no pasa nada.

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