miércoles, 4 de mayo de 2011

Relatillo 0: Morirse durmiendo

El bosco, fragmento de "El jardín de las delicias"


Cuando se termina el día y me acuesto para descansar, duermo tan profundamente que es como si muriera cada noche. Cuando sueño se me presenta el cielo espumoso para encontrarme de frente con el paraíso cercado por las vallas que terminan en las puertas celestiales donde San Pedro me espera para detenerme.

Cual portero de discoteca, lo imagino vestido de corbata negra, con el mentón hacia arriba, mirada por encima del hombro y con aire desdeñoso me dice que no cumplo los requisitos, porque no soy como ellos, por no cumplir las leyes terrenales como los mortales adiestrados para asentir ante cualquier orden o moda que se les imponga para que la sigan. Allí solo entraban los esclavos de la doctrina divina que te limita a decir lo que esperan, que se siente poderosa para decir lo que está bien y lo que está mal, que discrimina, evalúa a cada persona y la encasilla en un lugar casi siempre inferior para que no la superen y si la ley sagrada tiene que pisar porque alguien se subleva, pues no hay piedad y pisa. Todos bailaban demostrando lo mejor de sí mismos, desde seminaristas hasta canis, mirando alrededor y comparándose los unos con los otros, intentando adivinar quién será el que más diste de enseñarse como es llegando a parecer hasta de plástico.

Bastó que San Pedro me alzara en el aire y me arrojara al vacio para que entendiera que no era bienvenida en aquel lugar. Estuve cayendo al vacío durante muchísimo tiempo… tanto que me dio tiempo a levantarme de la cama, apagar el despertador y volver a meterme a dormir… hasta que me zambullí en el magma pegajoso que llenaba la grieta de la tierra en la que había caído. Como por instinto comencé a bucear hacia abajo con todas mis fuerzas, en aquel mar denso de sangre que se desprendía de todos los cadáveres que iban apareciendo a la vez que avanzaba. Se les notaba tranquilos, con sonrisa despreocupada, flotando en medio de esa gelatina, sin nada en lo que preocuparse. Uno me comentó que yo iba camino al infierno y que no me arrepentiría. Pues vale, majo, gracias. Me topé de repente con una megapompa de aire que no se rompió cuando la atravesé para entrar y unirme a bailar, reír, cantar o lo que sea que estuvieran haciendo, o lo que sea que me diese la gana de hacer. En esta discoteca no había portero porque todo el mundo estaba invitado, nadie seguía un patrón de comportamiento y a todo el mundo le parecía bien lo que hicieras o dejaras de hacer, incluso las faltas de respeto daban igual porque la gente se las pasaba por el forro de sus chubasqueros de colores con una risa verdadera.


 Te sentías a gusto porque eras libre y sin límites ni fronteras, por eso la gente era mucho más imaginativa, todos eran filósofos, y se proponían ideas y abstracciones tan fuera de la realidad que podían materializarlas en el aire y alimentarse de ellas. En aquella pompa-infierno, se trataban como se tratarían a sí mismos, no había malentendidos porque todo el mundo hablaba diciendo lo que quería decir, sin más.
No volví a despertar como en los cuentos malos donde todo termina como si hubiera sido un sueño. Yo sigo viviendo en ese lugar.

4 comentarios:

  1. Guay, tiene un toque a Dante, a Carrol, una pizca de dadaísmo, unos toques de Breton... Y las pinturas elegidas me han encantado. Muy buena entrada.

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  2. Hermanos a pecar como marranos! arantxi tengo ganas de irme de juergaxxxxxxx contigo!
    por cierto mientras lo leia no he podido acordarme de un señor con rifle tras unas langostas que saltan del puchero!

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  3. Sin palabras! muy bueno.

    Cuando mi voz calle con la muerte, mi corazón te seguirá hablando.

    **Tú serás completamente libre cuando sepas amar sin juzgar**

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  4. Bonito lugar, si hay sexo me apunto.

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